Me quedé viéndolo con la misma expresión que pone un guardia de edificio público cuando se le hace una pregunta sencilla, es decir, boca abierta, ojos a medio cerrar e inmovilidad facial.
Un tanto decepcionado, mi papá me repitió: ¡te vas a la Rubia Albión!, como si al decirlo de nuevo, yo entendería que diablos quería decir...
Y ahí me dijo ya resignado: ¡Inglaterra!, ¡a Inglaterra le dicen la Rubia Albión!
Bueno, seguramente le decían, porque yo nunca había oído tal cosa, y claro, tras investigar un poco aprendí que efectivamente, Albión es el nombre arcaico con el que se le conocía a la Gran Bretaña.
Y esa es la imagen arcaica que mis padres, y muchos de su generación, tienen de Inglaterra, y sobre todo de Londres. Un lugar lleno de Lords y Ladies, un ambiente tipo Mary Poppins, con niños en pantaloncillos cortos correteando atrás de una rueda, con nanas paseando a los bebes por el parque, con neblina y el sonido de las campanas del Big Ben.
Londres, la de las postales
Londres tiene esa peculiaridad. Es una ciudad que desata un imaginario gigante, llena de íconos turísticos y de nombres complicados que se nos han hecho familiares, ya sea porque nos enseñaron en el colegio acerca de Shakespeare, o porque las abuelas nos respondían con un "elemental mi querido Watson" a una pregunta obvia.
Para muchos, Londres equivale a buses de dos pisos, los simpáticos taxis negros y el tube; el Támesis, la familia real y las casetas rojas de teléfono.
Para los más modernos en cambio Londres representa una ciudad más transgresora. Una urbe de punks, psicodelia y raves. Un lugar donde sobran los conciertos, el teatro y el arte moderno. Una ciudad cosmopolita que no duerme, en la que uno puede ir a un pub distinto cada noche durante 12 años y medio sin repetir (y esto no incluye bares, discotecas y restaurantes).
Londres, desde la ventana del bus
Para mí Londres es todo lo mencionado anteriormente, pero también me ha mostrado, desde la ventana de un segundo piso de un bus, una cara más humana y lejana de las guías turísticas.
Es una ciudad con gente común y corriente, que todos los días trabaja, come, y duerme.
Es una urbe que en la noche se vuelve increíblemente sucia, y en la mañana amanece sin un papel, en parte, gracias a un ingente grupo de inmigrantes latinos y africanos que limpian la ciudad cuando todos duermen.
Es un lugar donde existen las calles más hermosas que he visto, pero a la vez callejones que son una copia al carbón de una esquina del Bronx o de Queens, con gangstas, hiphoperos y Carlitos Ways incluidos.
Es una ciudad que los viernes en la noche sus calles se convierten en una especie de Wild On callejero, con cientos de chicos, chicas, hombres y mujeres absolutamente ebrios, que se quedan dormidos en el tren, que se dan de puñetes, que vomitan donde sea.
Y por supuesto, es una ciudad tan, pero tan extremadamente cara, que más allá de lo que uno gane, más allá de ser millonario o pobre, nunca se tendrá lo suficiente para poder sacarle el jugo.
Somehow, it all hangs together
Siempre he dicho que rico no es el que más tiene sino el que menos necesita, pero esta ciudad ofrece tanto que de la noche a la mañana uno lo necesita todo. Uno recibe un bombardeo a los sentidos, un ticket a la diversión infinita, un menú de satisfacciones que no deja de sorprender.
Quizás quien mejor ha definido a Londres para mi punto de vista es la guía turística Lonely Planet (y yo que me quejaba de las guías...):
London - the grand resonance of its very name suggests history and might. Its opportunities for entertainment by day and night go on and on and on. It's a city that exhilarates and intimidates, stimulates and irritates in equal measure, a grubby Monopoly board studded with stellar sights.
It's a cosmopolitan mix of Third and First Worlds, chauffeurs and beggars, the stubbornly traditional and the proudly avant-garde. But somehow - between 'er Majesty and Pete Doherty, Bow Bells and Big Ben, the Tate Modern and the 2012 Olympics - it all hangs together.
Todavía me falta descubrir mucho de esta Rubia Albión, por lo pronto, todo lo visto hasta ahora me satisface, en parte porque me permite abrir mucho más los ojos y la mente, y también porque poco a poco, aprendo a valorar lo bueno y lo malo de esa tierra distante ubicada en la mitad del mundo llamada Ecuador.
Y eso es todo lo que puede contar por ahora,
EL GENTILHOMBRE DE BRENT